4 de abril de 2012

Ve el espejo... ¿Quién carga la daga?

Demasiado tiempo alejado de este lugar, lo lamento... ¿Lector sigues ahí? Recorre mi improvisación junto a mi copa de vino.
Hace ya muchas noches en vela que estoy inhalando tu dulce aroma, incienso de mi templo interior...


Esta noche habito sólo en la tundra helada de lo que es la carencia del calor de tus palabras, donde la habitación se encoge y desgarro la piel de mi pecho mientras siento la palidez de la muerte besar mi nuca. 


¿Cómo llego a perder tu calor? ¿Cómo es que el hedor pestilente de una humanidad repudiada resulta emanar de mi ser?


Tu suave y blanca piel conquistada por mis labios derritiendo el frío de su blancura cuál nieve para avivarlo con el calor de tu cariño, de tu amor enfrascado en el baúl alejado de los mortales...


Ahora despierto rodeado de plumas, una resaca y sangre en mis sábanas... Me invade la tristeza de un recuerdo borroso, de cariño hecho cenizas... Giro a y veo la mesa de noche, veo tu hermoso obsequio envuelto. Camino con lentitud al baño apretando los puños, tengo miedo de descubrir lo que creo ignorar, ahí en el templo que era nuestro amor esta tu cuerpo con calor, con amor que siempre he visto...


¿Que pasa? ¡¿Que pasa?!

Sólo silencio, ni una palabra... Sólo una mirada fija tan sólo por un instante, una risa burlona y giras viendo el espejo alejado de la habitación. Es ahí, la daga en mi mano... 



De acuerdo - dijo el entrevistador - no estoy entendiendo para nada la historia. ¿Que tiene que ver todo esto? Esta dicho todo en el título.

Precisamente - respondí - todo lo dicen, todo se demuestra pero siempre hay errores tan obvios y al final se lastima a los demás.



Esto es un asco. - Dijo mientras se dirigía a la puerta - No funciona.



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