19 de septiembre de 2010

Sólo un café me embriaga y sueño con su aroma [Parte 2.4]

¿He excedido el tiempo en publicar esta parte? Pues yo tampoco resisto más, te presento el final de la segunda parte...
Leer antes PARTE 2.1, PARTE 2.2 y PARTE 2.3
La verdad es que quería volver a soñar, continuar con ese sueño que se presenta por partes. De alguna manera esa maldita ilusión que me perturbaba cuando volvía  a la realidad, me hacia sonreír de felicidad.

Sé que es agotador, no puedo realmente dormir para sumergirme en ese viaje donde estoy con ella, con aquella muchacha que no conozco, la que no quiero conocer pero a la vez quisiera que ella me conociera. Así quedaría excelente como una supuesta excusa justificada…

Comencé a recordar la cafetería, la amable y tímida camarera, el café tostándose, hirviendo y soltando su alma odorífica…

Me senté a las afueras de una iglesia bastante sencilla y humilde, ella caminaba por la calle hacia mi dirección y el sol se escurría por su piel, se deslizaba sin pudor alguno por su rostro, sus cabellos, su cuello y resaltaba la piel de su pequeño escote… La veía caminando hacia mí, peleando con el viento que movía alborotando su cabello.

Fingiendo una sonrisa se posa a mi lado, se sienta y choca su hombro con mi brazo como empujándome y yo parezco inerte pero no dejo de observar cada uno de sus movimientos y olerla en cada uno de ellos.

¿Por qué aún no me mandas al carajo? – Pregunte con una voz suave – Sabes que conozco mucho de ti, aun que parece que realmente no es así. Eres poco paciente y detestas que te hagan sentir que cualquier cosa que hagas, por insignificante que sea, no sea valorada. He sido seco y frío contigo, disuadiéndote de cualquier afecto, por amistoso que fuese…

Lentamente deslizo su brazo a través del mío y lo apretó contra sí misma, suspiro lentamente y fue como entendí que debía callarme. Y así lo hice, hasta hice más… puse mi otra mano sobre su frente cubriendo sus ojos del sol y a momento acariciaba ese mechón de pelo que se resiste a siempre cubrir su rostro.

Las horas se hicieron minutos y el atardecer llego sin que lo sintiese. Hice que girara su cabeza y dije lentamente, como si cuidase mis palabras - ¿Qué opinas si nos vamos al hotel y vemos una película ahí? Al cabo A… creo que nos dejo por aquí y no creo la veamos hasta mañana…

Con un rostro serio y con esa mirada infantil resignada asintió.

Abrí la puerta lentamente e hice un gesto cordial para que ella entrase, sonrío y se encamino, aventó la bolsa al tocador (como detesto su falta de orden), ella tomo asiento cruzando su pierna en uno de los sillones cerca de una pequeña mesa, por mi parte camine a la que era mi cama, la más pegada a la gran ventana de la habitación, me senté de cara al ventanal y suspire alzando los brazos y dejándome caer en mi espalda.

Sobre la cama le observaba recorriendo su figura ahí posada lentamente, mis ojos enfocaban sus pies y deslizaba mi mirada cuál seda por sus piernas cubiertas por ese viejo pantalón roído de mezclilla, su blusa y sus manos hasta llegar a su rostro, ella hacia algo parecido conmigo y nuestras miradas se cruzaron quedándose ahí fijas por no sé cuánto tiempo.

No podre tenerte – suspirando en un tono tan bajo que apenas era perceptible para mí me decía tratando de apartar la mirada pero también sin hacerlo – lo sé, bien se que no puedo y ni podre tenerte… ¿Ella es más…?

Me incorporaba lentamente mientras ella hablaba para después no permitirle terminar su pregunta diciendo – Ojalá no hubieses dicho eso, ojalá que no me gustase verte, ojalá no jugara a creerme Da Vinci ideando planos e ideas para hacerte… ¡Y además! Deseo que de verdad esto se detenga para no darte una de mis orejas en una caja rosa con un moño morado y decirte que es un regalo…

Y la verdad – continúe mientras acomodaba mi almohadón lentamente – es que yo no tampoco puedo tenerte. Pero soy feliz siendo tu amigo, porque tu arranque de felicidad me deslumbro y encanto, en su máxima demostración como en la más pequeña cuando solo sonríes… ¡Ojalá…!

Ella separo sus piernas y apoyo sus manos en las rodillas al escuchar mis súbitas palabras, frunció un poco el ceño solo para aflojarlo y dar un compas a torcer su boca. Con cierto toque de elegancia y en absoluto silencio me dedico una última mirada mientras yo me acostaba sobre la cama y suspiraba al techo.

¿Te dormirás? – pregunto antes de cerrar la puerta del baño.

Dormitare para no soñar…

Encendí el reproductor de DVD de la habitación y comenzó un disco de jazz que me encantaba, el saxofón sonaba lentamente y la noche caía… mis parpados cubrían mis ojos ocultando la media luz que llenaba ese refugio que compartía con ella y escuche el agua de la regadera caer hasta que se silencio, la puerta del baño se abrió lentamente y una figura lenta camino por la alfombra. Ahí cerré por completo mis ojos y solo el jazz predominaba en mis oídos.

Lentamente mi camisa se iba desabotonando, eso sentía yo, mi pecho reacciono al estar expuesta fue ahí cuando sentí una de sus manos tibia recorrer mi pecho y me abrazo fraternalmente, sintiendo su cuerpo desnudo y humedecido por el agua.

Soy tu amiga, ¿verdad? Tengo un cariño por ti más allá de una amistad, pero no quiero dejar de ser tu amiga – me decía – pero eso que siento tan fuerte hoy, desde la tarde, ya no puedo aguantarlo. ¿Me permitirías estar contigo?

Sonriendo estire mi mano y la abrace fuertemente contra mi regazo para acariciar su humedecida espalda por la combinación del agua y el calor que se percibía.

También soy tu amigo y el cariño que siento por ti es más grande e igual no quiero dejar de serlo – ella se acomodo en mi regazo acomodando sus piernas a lado de mi cadera quedando sobre mi lentamente puso su cabeza a lado de la mía…

Ella sonrío y dijo que esto sería más que solo un arrebato de felicidad, sino de pleno gozo y algarabía… pero sin tanta inocencia. Diciendo eso me despojo de mi camisa y sorprendiéndome la doblo un poco y la coloco en la cama vecina.

Ante tal gesto no me pude contener y levantándola de mis piernas la recosté con suma delicadeza en medio de la cama.

Mi rostro llegó muy cerca del suyo, inhalábamos nuestros aromas y respirábamos al unisonó… Nuestras miradas estaban fijas y en la suya ese destello infantil clamando algo…

Mi mano se deslizo por su cabello y acaricie su nuca para tomarla con un poco de fuerza. Así la lleve hacia mi cara y juntamos por primera vez nuestros labios, ambos un poco incrédulos nos veíamos por unos minutos hasta que ella dio la razón cerrando suavemente sus ojos y comencé a saborear sus labios, uno por uno alternadamente. Mi lengua se disponía a ser invasor de su boca y ella me recibió con la suya… Humeante, deseosa e inquieta seguía mis movimientos lentamente y con cautela pero con absoluta coordinación.

Sus brazos se entrelazaron en mi nuca mientras que lentamente buscaba acomodarse mejor, sus muslos por fin llegaron a mis costados y me apretó con ellos con una fuerza y suavidad entremezclada haciendo que mi cadera se juntase con la suya, ambas aun atrapadas entre nuestras ropas. Por mi parte exploraba más su piel recorriendo sus hombros, deslizándome por sus costados y rozando el estomago, vientre y un poco más que la postura tan natural me lo permitía.

Todo se torno un poco nebuloso y solo escuchaba el suave jazz deslizarse por mis oídos e inundando la habitación. Mis manos acariciaban su piel, cada vez buscando más de ella y pasaba por cada rincón, por cada trozo y grandes laderas de aquella tersa seda que a cada uno de mis roces y como la noche se convertía en mañana se humectaba así misma.

Me sentía cual artista esculpiendo y ella era mi musa y mis instrumentos para realizar el que hasta ahora llamaría como lo que sería mi mejor trabajo artístico y no era solo mi habilidad al deslizarme en ella, sino también su gratitud al recibirme que hacía más placentera mi labor.

El reloj un poco más de una hora del inicio de este trabajo cuando por fin lance al aire la ultima prenda que a ella le protegía, la deslice lentamente por sus muslos dando mimos con mis labios en cada pedazo de piel que la tela descubría. Así en completa naturalidad continué recorriendo su figura iluminada solo por la lámpara de la mesa de noche, ella no decía nada y solo suspiraba buscando acallar sus palabras, sus sonidos y por poco deseando no respirar tan fuerte, como si no quisiera que la escuchase.

Subí besando sus piernas, su vientre hasta su rostro y lo acaricie con una de mis manos diciendo – No hare ningún daño, solo quiero que me sientas como yo no me detengo de sentirte, a ti y a ese “algo más por ti” – cerré su respiración de alivio con mis labios y descendí un poco más entre su figura recostada, mi mano en su cadera le invitaba a darse vuelta y ella accedía quedando boca abajo.

De acuerdo, me e-encanta – dijo muy despacio y sonando solo como una exhalación.

Recorrí su espalda lentamente acariciando con mis dedos, mis labios humedecidos y mi lengua hasta llegar a sus hombros, ahí no me pude contener y encaje de un golpe mis dientes saboreando la presión que ejercía en su piel y ella solo musitaba palabras dejando que su respiración saliera de un golpe, así hice un camino marcado en sus hombros a su cuello, cada mordida la cauterizaba con mi saliva. Era el ingeniero que construía con mis dientes la avenida a su cuello…

Descendiendo una vez más tranquilizándola con mimos por parte de mis ilícitas manos fui a sus glúteos, ella con una torpeza digna de una víctima y una mirada infantil buscaba mi mano, yo se la cedí para que la estrechara con fuerza cerca de su cadera mientras que mi boca jugueteaba en sus carnes posteriores. Poco a poco más olvidábamos el pudor que entre “amigos cariñosos” se puede tener y mi lengua endiablada dibujaba lentamente su línea de separación en sus nalgas, esa frontera que alberga el portal a Sodoma para acercarme lentamente hasta alcanzar ese pecaminoso sitio en su deleitable cuerpo.

Al posar mi lengua por primera vez alrededor del lujurioso portal de las tierras de su cuerpo ella reacciono de manera eléctrica arqueando su espalda y apretando mi mano encajando un poco sus uñas, en un momento me preocupe pero pícaramente continué con mayor enjundia mi tarea; haciendo que ella ya no pudiese decir nada mientras que mis manos acompañaban sus movimientos acariciando su espalda y jugueteando con esos coquetos hoyuelos en su espalda baja.

Poco a poco la puerta favorita de los sodomitas, estrecha y recelosa a abrirse a cualquiera me permitía entrar con mi lengua enardecida, ella no pudo más, no lo soporto ni un segundo más al sentir la humedad de la boca de su amigo y en un solo instante derramo el jubilo en su templo del amor, el sudor en su cuerpo impregno en un solo instante desde su frente hasta el último dedo del pie. Mi mano sentía sus uñas encarnándose ante tal arrebato de placer y mi piel ante tal ataque no soporto y dejo  salir un poco de sangre, ahí me volví más loco de deseo. Aun así enloquecido de deseo me acerque a ella, buscando su rostro y acaricie su cabello mientras ella recuperaba el aliento, pero aún sin recuperarlo y a estar a su altura se lanzo a mi sin decir nada y sellando nuestros alientos…

Recuéstate – indicándole que debía girarse para estar boca arriba  y ella sumisa pero con expectativa atendió – aún tengo más ideas…

De rodillas a su lado saboree sus labios despidiéndome solo un instante para descender besando su barbilla, mordisqueando su cuello y recorriendo su clavícula con mi lengua para pasar a sus montes carnosos donde cuál infante rodee en su totalidad con mi boca, mi lengua y mis dientes estirando, amasando, masajeando y sobando con mis manos atendía a cada uno por igual sin olvidarme de alguno en ningún instante. Comía para seguir comiendo de ella y no parecer aún satisfecho en totalidad.

Descendí dibujando círculos con mi saliva por su torso mientras que una de mis manos acariciaba sus dulces labios y ella impulsada tanto por el pecado, la lujuria y ese amor – o cariño – que sentíamos el uno por el otro comenzó a saborear mis dedos, primero el índice delicadamente, luego el medio hasta que torpemente introdujo en su deliciosa y húmeda boca mi dedo anular, estaba fascinado y ella también lo parecía...

Su perfume natural aumentaba mi lascivia, no podía detenerme, baje por su vientre repartiendo delicados mordiscos hasta el monte de Venus donde cariñosamente me arremoline saboreando y sintiendo su naturalidad, ese sudor que hace un momento emano con fuerza y su calor corporal aumentaba.

Me acerque a la cuna de la creación, a las puertas del amor, al mar de sus muslos donde se oculta el dulce coral de Afrodita. Me deleite los sentidos desde lejos y mi respiración agitada junto con mi cara se acercaba a ella lenta y cuidadosamente…
Iniciando mi labor mis ojos se cerraban lentamente cuál puertas del cancerbero, la habitación se diluía y mi olfato era acariciado por un sensual, exuberante aroma… el aroma de aquel café del día. Flotando semidesnudo aun viendo sus muslos como puentes que me abrían paso hacia la intimidad que me ofrecía como primer platillo.
Ya no estábamos en la habitación que era nuestro cuarto donde el pecado se guardaría, no, la melodía del saxofón acompañada por mi respiración agitada y sus suspiros entremezclados con esos gemidos tan animales por parte de ambos, era la música de cámara que dominaba nuestro sentido del oído y acompañaba mi labor donde me desenvolvía como un auténtico y frustrado Da Vinci y lanzando palabras en su oído como un Shakespeare apasionado…

La doceava nota hacia su entrada en nuestra sinfonía lujuriosa preparando el camino para la treceava y última nota, cuando todo se interrumpe por un ensordecedor pero amigable “Diiiii-ing”. Me lleva a parpadear fuertemente, mover mis manos buscando apoyo en mi silla. Ahí aparecí, en lo que en alguna ocasión pude juzgar como mi guarida, mi despacho o mi estudio para el desarrollo de mi imaginación sin estar consciente caminaba por el pasillo, rodee la sala y me pare frente a la puerta – Enseguida voy… - dije mientras mi mano se apoyaba del pomo de la puerta para estrecharla con fuerza.

Al girar el pomo lentamente hacia crujir a la puerta como si esta llorara de dolor y en mis adentros me decía “Por fin ella llegó”. ¿Quién llegaba? A caso… ¿es real aquella chica a quien acariciaba  (o algo más que solo acariciarle) en ese sueño nebuloso? Y más importante aún, ¿la conocía realmente?

Aparte la puerta de mi vista y una figura femenina se erguía ante mí. Baje la mirada y lentamente recorrí su cuerpo desde sus piernas hasta llegar a su rostro. La conocía, pero no era quien (en mi interior) deseaba ver con gran júbilo.

Hola, mi amor – me dijo mientras se estiro a tomarme de la mano y darme un tierno beso sobre mis labios y con un aire infantil me dedico una sonrisa.

Por favor pasa, nos iremos en unos minutos. Ponte cómoda – le decía mientras le permitía el paso. Traía ese perfume que me encanta y siempre olvido el nombre, solo sé que tiene un poco de moringa una planta que me fascina por su aroma. Traía un pantalón entallado a la cadera y una blusa de vestir morada…

Vuelvo a la realidad caminando al baño, deseando poder seguir soñando con mi amiga, poder soñar aún con ella y culminar con lo que había comenzado. Lo que llevaba bien trabajado y terminar la sinfonía para la satisfacción de esa imagen etérea de aquella que aparece en sueños…

Pero ahora entiendo con mayor claridad, Morfeo eres un desgraciado, dopándome para crear esas imágenes tan placenteras que nunca en mi vida he tenido para privarme de ellas y darme un golpe en mi nuca llevándome a la realidad…

¡Puta sea mi suerte! Pero esta noche tengo una cita con alguien que se ha ganado mi cariño… Cruel es la realidad, ¿eso es así? ¿O realmente que es soñar con ella… con M…?
Continua PARTE 3.1

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