16 de junio de 2012

Carta 1: Bienvenidos a París

Tiempo sin publicar, ahora no hay inspiración pero ahora que estoy perdiendo a mi musa en carne y hueso puedo tomar ese sufrimiento para aún escribir en su nombre. Esto es el inicio de una serie de cartas que transformaré a relatos, espero tu opinión...
Nunca he sido un hombre que cree en el romance, siempre creí que era parte de una formula social donde era parte del ritual de cortejo. Haz de ser romántico si quieres conquistar, algo así debe ser también la evolución.

La realidad es que no puedes huir de ningún sentimiento por más que atisbes tus sentidos y llegues a forzar a que tu razón predomine ante cualquier acto, ese sentimiento de amor entra por cada uno de los poros y se aloja en todo el cuerpo con la promesa de no irse.

Un día común y corriente paseaba por la plaza de la ciudad y fue maravillosa mi suerte al verle ahí, platicaba con varios amigos y amigas suyas. Le observé y note algo que sabría después que es lo más hermoso de todo, su dorado mirar.

Es quizás ahora cuando puedo asegurar que todo inicio con solo haber visto sus ojos, eso me atrapo, pero me fui enamorando hasta el día que nos vimos frente a frente y tan cerca que nuestros alientos se mezclaban pero para eso aún falta.

No hable con ella hasta la reunión en el bar con unos amigos, fue increíble volver a encontrarla en el mismo día y en un lugar diferente de la ciudad. Torpe, así llegue con ella para comenzar a platicar y fue mejor aún cuando acepto fumar un cigarrillo afuera de ese lugar conmigo.

Fuimos conociéndonos y viendo que éramos muy diferentes, ahí inicio la historia. Nos mantuvimos, tiempo después, en contacto por internet con muchos mensajes y platicas hasta la madrugada.

Luego eran platicas hasta el amanecer, ya era necesario, así comenzamos a salir. Me volvía loco, sentía el deseo encarnado en mi al estar con ella, deseaba siempre abrazarla y estar cerca de ella pues su aroma me embriagaba.

Llego ese día donde yo a pesar de todo tomaría la maleta, compraría el boleto de avión para estar unos días entre sus brazos. Desde un principio sabia que nada sería fácil, quizás ella nunca estaría una vez más en la misma ciudad que yo pero sus ojos, todo su ser me hace adorarla y con el tiempo vería que poco a poco ese amor crecería junto con una mezcla y deseo de rozar su alma cuando tocase su piel.

Sentado en el avión después de un viaje que se duplico en tiempo por fallas técnicas, sabía que ella me esperaba quizás con las mismas ansias que yo a ella, así se escucho por la bocina: “Damas y caballeros, bienvenidos a París

Ahí debí distinguir que realmente estaba enamorado, mientras caminaba por la calle sólo a unas cuantas casas para llegar a su puerta los nervios me invadían y recordaba que las flores las había olvidado.

Abrió la puerta y sonriendo un poco me hizo pasar recibiéndome con un cálido abrazo y nos sentamos mientras postergábamos las ganas de besarnos…

Camarada, esto es el inicio del más dulce licor que me ha embriagado, el amor y sus labios de aquí en adelante serán mi más suculento manjar.


Carta 2

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