14 de agosto de 2010

Un pétalo azul, una espina verde y roja

Te presento la primera entrada de este espacio donde se liberará el erotismo, el amor, el dolor del mismo, la lujuria y todo aquel pensamiento que caiga en el tabú o en el pecado. 
El siguiente cuento es el fragmento de un sueño con deseos de que se lleve a nuestra realidad, también es un deseo tan común en cada ser humano... Te invito que dejes volar tu imaginación y en cada palabra que lleves expongas cada uno de tus deseos. Espero deseoso tus comentarios. 


Hace mucho tiempo, en un tiempo realmente incontable, en un vórtice cerca del continente de Mu se cuenta una leyenda, algo que realmente paso…

Pasando aquel vórtice se llega a una extraña y solitaria playa donde el agua que golpea unas afiladas piedras es tan fría para cualquier persona que el solo tocarla puede hacer que sientas el mayor frío en tu interior y que sientas centímetro a centímetro como se parte tu piel debido al frío.

En esta fría tierra algún día el amor entre sus habitantes existía con gran facilidad, en cada ser que pisaba esta tierra el amor se anidaba en su alma pero en esta dimensión faltaba algo de tristeza, algo que diera malas noticias y es así como el amor se congelo y abandono a todo ser que pisaba esta isla, durante un tiempo inmenso el amor se fue y la luna al igual que este dejo de aparecer en el cielo de la isla.

Una mujer aun tenía la esperanza de encontrar alegría y bailaba cerca de la playa donde lo único que parecía ser cálido era el fulgor del sol que se asomaba a media tarde entre la lejanía del mar, ella giraba y contorneaba su cuerpo al son del viento, al son de una música que ella no podía oír y sin embargo creía conocer. Cada día ella se presentaba en esa playa, en ese mismo lugar a bailar añorando sentir felicidad o, por lo menos, sentir algo alejado a su eterna soledad y melancolía…

Al otro lado un hombre veía el atardecer día con día, sumergiéndose cada vez mas en un mar de pensamientos fríos como el agua de la playa, buscando sentimientos cálidos en su interior… Día con día caminaba pensando un poco más lejos del lugar donde pasaba la noche.

Los días por meses siguieron siendo los mismos, nuestros protagonistas sumergidos en la misma y letárgica rutina… Hasta que un día como cualquier otro el siguió avanzando pero llego a aquella parte de la playa donde ella siempre bailaba, donde rogaba con movimientos bellos sentir algo… algo distinto…

El seguía sumergido en sus pensamientos cuando levanto la mirada inspeccionando cada una de las filosas piedras de la orilla de la playa, ella bailaba al otro lado, separados por una barrera de la helada agua y puntiagudas rocas amenazantes. El ya no pensó mas en el sin fin de ideas, solo un pensamiento ocupo su turbada mente, ella y su delicado baile. Sus movimientos lentos se reflejaban en sus pupilas, el meneo de aquel delicado vestido blanco empujado e incitado por  el silbante viento con sabor a sal.

En aquella barrera de filosas piedras se levantaba una rosa de un color azul brillante, caía la noche y la flor destilaba un brillo que cautivo a la joven bailarina y vio aquella flor para sentir por fin al estar quieta lo que nunca había sentido. Un cosquilleo se alzaba desde su espalda hasta su nuca, sus pies ya no eran las dos columnas fuertes que le acompañaban a danzar día tras día, sino, que ahora eran dos piernas inertes y llevadas por el golpe del viento salado y fresco en ellas… La mirada de él le hizo sentir por fin y ella dejándose llevar por lo que sentía y el viento que le decía – Anda ve y no te detengas - camino hasta aquella muralla de frías, filosas e ineludibles piedras golpeadas por la espuma de la gélida marea…

El le veía sin saber que hacer, hipnotizado por la mirada de ella y sin saber el como fue caminando hacia aquella muralla que les separaba, ella sentada en el filo de la muralla y el viéndola ponía cada uno de sus pies en el agua espumosa, salada y fría… El no tenía frío, no sentía dolor, sentía un calor desde el interior de su pecho que recorría su vientre para ir a su cadera… que invadía su rostro… Ella sentía que el aíre era como gelatina al entrar por su nariz.

A un paso de ella y siendo rasgado por las piedras extendió su mano, la flor que a sus pies se blandía crecía y con filosas espinas subía por las piernas de el. Él le sonrío y dijo –Mi mano…- ella le miro y tomando con fuerza y ambas manos agarro la de el y rozaba su mano en sus mejilla.

La flor brillante de grandes espinas y pétalos azules apretaba con fuerza el cuerpo de él, recorría su mano y las manos de ellas entrelazadas hasta que ambos cubiertos de las espinas y pétalos de la extraña flor se acercaron. Cada vez más cerca la flor les apretaba con mas fuerza cada parte de su cuerpo, rasgando su suave piel…

Las nubes se abrieron en un gran portal de marfil y haciendo acto de presencia la luna alumbro la escena de dolor, amor y esperanza que sucedía en aquella fría isla de aquel mundo desconocido. Y ellos sin perder la mirada se acercaron, sangrantes y encogidos por el reconfortante calor que uno sentía por el otro sus bocas se unieron para no despegarse.

Gotas de sudor mezcladas con gotas de aquel bálsamo color carmín sus bocas selladas y un calor que les quemaba desde la parte más recóndita de su cuerpo…
“¿Crees saber lo que es el amor? ¿Crees saber amar?... Esta leyenda es un ejemplo para ti, para esa persona que ama por necesidad y no por que desee hacerlo. Para ti que el amor de quien sea y de lo que sea es una inyección de heroína alimentando a tu adicto orgullo.”

No hay comentarios: